Las funciones espejo y ventana

Durante los años que he estado gestando este trabajo, tuve una conversación con Claudio Naranjo, mi maestro. Este trabajo se iba concretando en un título que tenía en mente cuando hablé con él y que no le comenté. La fotografía: una forma de conocerse. Sin que le dijera nada sobre el título, me dijo:
«Puedes llamarlo “La fotografía: una forma de conocimiento”«. El cambio de la palabra “conocerse” por “conocimiento” supuso para mí una apertura que iba más allá de los límites que le ponía a la fotografía. La palabra “conocerse” se corresponde con el espejo y la palabra “conocimiento” con la ventana. Estas son las dos funciones básicas de la fotografía meditativa.

El espejo refleja todo lo que tiene delante sin rechazar nada y sin enjuiciar. La función de espejo de la fotografía lo que hace es reflejar al fotógrafo, o más concretamente el estado mental del fotógrafo. En términos psicológicos se llama proyección. El fotógrafo se proyecta en la imagen que fotografía. Su mente y sus emociones las pone en el objeto que ha captado su interés. De esa manera podemos conocernos mejor si tenemos la sinceridad y el atrevimiento de aceptar lo que vemos en la imagen y reconocerlo como nuestro. Para poder trabajar con la imagen de esta manera no debemos enjuiciarla según nuestras normas de calidad fotográfica. Eso vendrá después.

Delante de la imagen adopta una actitud de silencio y deja que la foto te hable, que te diga cómo es. Tu solo escucha cómo es el objeto de la imagen y el modo en que lo has fotografiado. Es agresivo, tierno, duro, seco, amable, aislado, caótico?. Cuando veas la foto, pregúntate si tu sentías lo mismo en el momento que la hiciste y si fue un sentimiento puntual o refleja de forma más general este momento de tu vida. Posiblemente necesitarás hacer un acto de fe y aceptar que todo lo que está en la imagen es tuyo. Ese acto de fe ayuda a traspasar las defensas que ponemos para no reconocer aspectos que no nos gustan. Se necesita ser valiente para verse realmente. Que yo soy agresivo, triste o seco! Date cuenta de tu respuesta. Cuanto más a la defensiva estés más importante es lo que has visto y más alejado está de tu conciencia. Este camino te lleva a conocer tu ego y también aspectos positivos de ti que desconocías. Es como cuando Alicia pasó a través del espejo que se encontró con lo monstruoso y lo maravilloso.

La ventana nos pone en contacto con el mundo. Una casa sin ventanas es una casa aislada, desconectada del exterior y en la que no entra luz. Nuestros dos ojos son las ventanas que nos ponen en contacto con el mundo visual. Los demás sentidos nos ponen en contacto con otros aspectos del mundo como el auditivo, el táctil, el olfativo o el gustativo pero al que más apropiadamente podemos aplicar el término de ventanas es a los ojos. Si en la función espejo nos poníamos en contacto con nuestro interior, en la función ventana es con el exterior con lo que nos comunicamos con el fin de poder conocerlo mejor.

© Luis Ochandorena

Para establecer esa comunicación a través de los ojos no necesitamos estar al lado del objeto de nuestro interés para poder tocarlo. Nuestros ojos estarán focalizados y centrarán nuestra atención en el objeto por lejano que esté, y respecto a la técnica posiblemente usaremos un teleobjetivo. Esa concentración en el objeto tiene como motivación básica la empatía que sentimos hacia él.
La empatía es un estado mental y emocional en el que uno mismo se identifica con el estado de ánimo de otra persona o ser para conocerlo mejor. Aquí la palabra clave es la identificación. Cuando nos identificamos con un álamo mecido por el viento, “sentimos” lo mismo que él. No es un acto de nuestra imaginación sino que es un sentimiento de unión con el objeto. Para poder hacerlo hemos de dejar de pensar en nosotros, de ser tan egocéntricos como somos normalmente. Hemos de salir de nuestro pequeño yo y contactar emocionalmente con el árbol. Así “sentiremos” lo que es tener raíces, tronco y hojas y notar cómo las mueve el viento. Esa es la mejor manera de conocer al árbol, no teniendo mucha información sobre los tipos de árboles, a qué especie pertenece, etc…
Este estado de empatía no puede lograrse con el esfuerzo de nuestra voluntad porque eso es producto de nuestro pequeño yo y para acceder a él hemos de apartarlo. Sin buscarlo, algo atrapa nuestra atención sin que podamos evitarlo. Es nuestra intuición, el aspecto no racional de nuestra mente el que está en juego. Es como un rayo y se corresponde con un aspecto de fuego. Chogyam Trungpa lo describe como una llamarada súbita de intuición.
Estas son maneras simbólicas de transmitir una experiencia que no se puede expresar con palabras. Esa llamarada coincide con el momento en que te sientes unido con el objeto, en el que sois uno en lo más profundo y ahí desaparece el pequeño yo.
“La energía dirigida a la foto por la proyección regresa por la empatía”. Con esta frase, Minor White quería expresar el ciclo que se da entre la proyección y la empatía. En la proyección ponemos cosas nuestras en el objeto, nuestra energía, y con la empatía nos sentimos unidos con el objeto y en ese momento recibimos su energía. Es una experiencia en dos direcciones y una no anula a la otra. En las dos formas nos sentimos alimentados y nuestra hambre visual queda saciada.
Normalmente no somos conscientes de nuestras proyecciones en las fotos y no “recuperamos la proyección” por lo que no aumenta nuestro autoconocimiento y nos sentimos vacíos. Tampoco se trata de salir a hacer fotos con el pensamiento de qué estoy proyectando. Es un trabajo que hemos de realizar a posteriori. En cambio el trabajo con la empatía es en el momento de fotografiar. Antes de disparar la cámara, párate un momento y, con un acto consciente, date cuenta de que estás delante de un objeto, posiblemente de un ser vivo. No está ahí solo para que tu puedas hacerle una foto y luego olvidarte de él. Una vez que ya hayas hecho las fotos que creas necesarias dedícale una última mirada para despedirte.