© Fundación Ramón Gaya
«La obra exige una soledad lo más absoluta posible».
«Has de saber que ni tu padre, ni tu madre, ni tus hermanos, ni tu mujer quieren que tu hagas esa obra. Ellos creen que sí pero no es cierto. Nadie quiere que tu hagas esa obra que tu quieres hacer. Así que para hacer esa obra tienes que estar completamente solo. No se trata de abandonarlos pero tienes que saberlo».
«Cada vez más, quedarme solo es volver a encontrarme con alguien que quizá siempre me acompaña, pero que únicamente aparece, reaparece, cuando no hay absolutamente nadie».
«No, no es la soledad misma, sino alguien muy verdadero, una compañía real, casi corpórea. Acostumbrado a él, he terminado por quererlo, por valorarlo».