El proceso creativo podemos dividirlo en dos etapas. La primera se corresponde con el momento de la realización. En esta etapa, nuestro trabajo consiste en lograr una cierta actitud de entrega. En ese momento hemos de dejar a un lado el pensamiento ya que éste nos lleva a valorar, enjuiciar y criticar lo que estamos haciendo y eso bloquea nuestra creatividad. La actitud correcta está más relacionada con la curiosidad, el juego y el disfrute. Así no estamos preocupados por el resultado sino por el propio acto creativo. La segunda etapa es la que miramos lo que hemos hecho con ojos críticos. Seleccionamos, valoramos y criticamos el resultado para pulirlo. Aquí la dificultad reside en poder ver nuestro trabajo con claridad ya que es difícil tener una mirada objetiva sobre nuestra obra. En ese momento la parte más dura es la de desechar lo que no tiene la fuerza suficiente para que quede la esencia.
Aquí os incluyo un fragmento de la película «Descubriendo a Forrester» donde un escritor reconocido transmite a su discípulo esta actitud con su ejemplo. Os remarco la consigna que le da de que no piense sino que ponga el corazón.