© Luis Ochandorena
La pasión es contagiosa. Da igual el tema por el que la persona se sienta apasionada porque cuando habla de él transmite una fuerza que nos alimenta. Hemos de diferenciarlo de la obsesión aunque a veces transiten terrenos muy próximos. La obsesión se queda en el pensamiento recurrente. La pasión incluye el corazón y las tripas. La totalidad de la persona está involucrada.
La pasión es el motor que hace que nos movamos por un camino que va atravesando etapas. No nos apasiona exactamente lo mismo cuando empezamos a andar que cuando llevamos un tiempo en ruta. Mi pasión es la fotografía desde que tenía 16 años y me quedaba fascinado con los folletos de las cámaras. Las etapas han sido muchas y variadas en estos cuarenta años: la pasión por los conocimientos técnicos, por el arte fotográfico, por la experiencia profesional y docente. Todo eso ha quedado atrás. Hace unos cuantos años que ese camino se ha encontrado con mi otra gran pasión, creo que incluso mayor que la fotográfica, la del conocimiento.
La fotografía puede ser una Vía de conocimiento. Cuando hablo de conocimiento no me refiero al saber intelectual que se aprende en los libros y en las univerdades sino al que se consigue con la experiencia. Podemos hacer un tratado enciclopédico sobre el sabor de la miel pero hasta que no la probemos no sabremos qué gusto tiene. Llamamos «Vía» a un recorrido que podemos realizar, y es «de conocimiento» porque ese camino nos puede llevar a conocer lo real. Chogyam Trungpa tiene una frase que dice que nosotros normalmente no vemos absolutamente nada. Nos llama ciegos perceptivos, no funcionales ya que no tropezamos con los muebles. Vemos pero no percibimos lo que vemos. Vivimos en una especie de zona gris porque nuestra atención, y por lo tanto nosotros, estamos atrapados casi permanentemente por nuestro diálogo interior.
La fotografía es una Vía (con mayúsculas) porque nos puede ayudar a salir de esa trampa a través de poner nuestra atención en aquello que percibimos con los ojos. No es algo que uno haga una vez y ya está sino que necesitamos un entrenamiento y una práctica para ir fortaleciendo ese «músculo» interno.