@ Ramón Gaya, » Homenaje a Constable, El arco iris», 1968, Óleo,54×65
«La realidad -eso lo sabemos todos, lo sentimos todos- es… sagrada; y es sagrada -no divina- sin duda por ser portadora, encerradora, escondedora de ese Algo tan… evidente; Velázquez -como Cervantes, y acaso como Murillo, y también como Galdós- supo darse cuenta, de una ojeada rápida y entendida, de que la realidad no puede ser esquivada, evitada, saltada, por muy deleznable, provisional o externa que nos parezca, y por muy espirituales, esenciales y profundos que nos supongamos, ya que es precisamente en ella, dentro de ella, donde habita, viva y fija, esa sustancia que, sin embargo, no es en absoluto -como algún día hemos podido creer- sustancia suya propia (la sustancia misma, particular, de la realidad), sino más bien como un… son, el invisible garabato de un son, el son de un Algo que está, sí, dentro de la realidad o detrás de ella, pero sin serla, ni expresarla, ni significarla; un «Algo» que, al ser percibido por nosotros, sabemos enseguida que es más, mucho más que la simple realidad, y también… otra cosa, aunque inseparable de su cuerpo, de su ineludible cuerpo real».
«La realidad es, pues, sagrada, no por sí misma, por ser sí misma, sino por lo que esconde -por lo que esconde de divino- ya que la realidad -que no es divina- es sagrada como puede ser sagrada un arca, una caja, una casa, una cueva, una celda. La Divinidad, toda divinidad, parece estar pidiendo, o estar esperando veneración, adoración -aunque no la necesita-, pero lo sagrado ni pide ni espera veneración o adoración alguna; lo sagrado, simplemente, está ahí, no es alguien, sino un lugar, un sitio, un donde, un sitio donde se asiente lo divino. La realidad no es divina, es sagrada; la realidad es el sagrario de la divinidad, el escondite de la divinidad. Por eso la realidad, por un lado, no puede ser esquivada, evitada, saltada, y por otro, no puede ser venerada, adorada; por eso el «realismo» -todo realismo- es siempre tan estúpido, y equivocado, y falso. El realismo, en Arte -como en todo lo demás, es decir, como en Religión, como en Filosofía, como en la Vida misma-, es siempre ilusorio, erróneo, tonto».
Del libro de Ramón Gaya «Obra completa» ed. Pre-textos pgs 631-634